Nació en Pella el 356 antes de Cristo y
falleció en Babilonia el 323 antes de Cristo. Rey de Macedonia desde el 336
antes de Cristo hasta el 323 antes de Cristo.
Fue educado por Aristóteles y subió al
trono a la edad de 20 años tras la muerte de su padre Filipo II. Durante su
breve reinado logró la unificación de los griegos, conquistó Persia, forjó uno
de los más vastos imperios de la Antigüedad y difundió la cultura helénica (la
fusión de las culturas locales con la griega) por
Asia y Africa. Derrotó al rey persa Darío III. Conquistó Egipto y fundó la
ciudad de Alejandría, que muy luego se convirtió en un importante centro
comercial y cultural. Murió en Babilonia a los 33 años.
La figura de Alejandro Magno quizá sea de
las más atractivas de la Historia. En sus treinta y tres años consiguió
conquistarel mayor Imperio alcanzado hasta ese momento, llegando a las tierras
bañadas por el Indo y dominando la mayor parte del continente asiático.
Sus hazañas le han convertido en un mito
y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda
religiosidad que manifestó a lo largo de su vida. Hijo del rey Filipo II de
Macedonia y de la princesa Olimpia, perteneciente a la familia real del Epiro,
Alejandro nació en el mes de agosto de 356 antes de Cristo.
La sucesión al trono macedonio
correspondía a un hermanastro llamado Arrideo, hijo de Filipo y una bailarina,
pero fue tajantemente rechazado por su deficiencia mental. Esta situación ponía
a Alejandro en primera línea sucesoria por lo que fue educado como un príncipe heredero.
Su primer educador fue Leónidas, pariente
de su madre, encargándose de la educación física del muchacho. Lánice sería su
institutriz, aficionándole a los poemas de Homero y de Eurípides. El joven
pronto manifestó una gran afición a la lectura, especialmente los poemas épicos
donde se loaban a los héroes de los que descendía. Imitar a esos héroes se
convertirá en una de las obsesiones de Alejandro. Tanto Leónidas como Lánice
estaban vinculados a Olimpia lo que no era motivo de confianza para Filipo.
El rey decidió que su heredero se educara
en una auténtica academia por lo que el príncipe fue enviado a la ciudad de
Mieza. Una vez formado, Alejandro fue puesto bajo la tutela de Aristóteles,
quien continuó con la educación griega que estaba recibiendo.
Corría el año 342 y el joven príncipe
contaba con catorce años. Aristóteles impulsó el interés de su discípulo por la
geografía, la medicina, la poesía, la zoología, la botánica. Entre preceptor y
alumno surge una interesante relación que perdurará en el tiempo, influyendo la
doctrina del filósofo en la manera de actuar de Alejandro. Paralelamente a esta
formación académica, el príncipe continuó con su formación atlética y militar,
crucial para los diversos hechos de armas vividos por Alejandro.
Durante estos años entablará un estrecho
contacto con algunos militares que se convertirán en auténticos compañeros de
batalla. Uno de ellos fue Clito, hermano de Lánice, asesinado por Alejandro
tras beber más vino de lo conveniente en una fiesta. Clito manifestó su rechazo
a la comparación del príncipe con los dioses, así como exigió para las tropas
una pequeña parcela del protagonismo obtenido tras las batallas. Estos
comentarios, realizados posiblemente bajo los efluvios del alcohol, provocaron
la ira de Alejandro y el asesinato de su gran amigo.
Dicen los cronistas que estuvo tres días
con sus noches sin beber ni comer, arrepentido de tan repulsivo acto. Será una
de las numerosas muestras de la crueldad que surgía ocasionalmente en el mítico
Alejandro.
El mejor amigo de Alejandro sería
Hefestión, su mano derecha y un fiel aliado, descubridor de varios complots
contrarios a Alejandro lo que motivaría el fortalecimiento de la amistad.
Hefestión fallecería víctima de los abusos de la bebida, rehusando los consejos
médicos que le aconsejaban moderación.
La muerte de Hefestión dejó tocado a
Alejandro, quien intentó dispensar a su buen amigo honores divinos. Las
relaciones con su padre no parecen muy fluidas, incluso algunos especialistas
se refieren a un posible complejo de Edipo para explicar esa tumultuosa
relación filial.
El matrimonio de Filipo con una joven
aristócrata macedonia motivaría el exilio de Olimpia, acompañada poco después
por Alejandro. Se especula con la posibilidad de la participación del propio
Alejandro en una conspiración contra Filipo.
año duraba el destierro y, tras ese periodo,
se producía la reconciliación entre padre e hijo, lo que motivaba el regreso de
Alejandro a la corte y a sus tareas gubernamentales y militares. A los
dieciséis años participa en su primera campaña militar, luchando contra los
tribalos y los ilirios, pueblos asentados en la frontera norte del país,
adquiriendo los más duros métodos militares. Dos años más tarde comandaba la
caballería macedonia que destrozaba a los griegos en la batalla de Queronea
(338 antes de Cristo).
Alejandro es considerado el heredero
legítimo de la monarquía macedonia, estrechando desde este momento los lazos
con su madre, una mujer temperamental y ambiciosa que sólo deseaba ver a su
hijo en el trono.
Ese carácter ambicioso también será
característico de Alejandro, manifestando una compleja personalidad en la que
destaca su generosidad, el autocontrol y la impetuosidad, sin menospreciar su
testarudez.
A medida que transcurran los años, nos
encontraremos con un Alejandro desconfiado e incluso cruel en algunos momentos,
mostrando el aspecto más "macedonio" de su personalidad. Para
solucionar los problemas provocados por el destierro de Olimpia, Filipo decide
casar a su hija Cleopatra con su cuñado, Alejandro el Epirota. Durante la
ceremonia Filipo era asesinado a manos de Pausanias, lo que motivaría el
ascenso de Alejandro al trono en al año 336 antes de Cristo. Desconocemos si
Olimpia o Alejandro alentaron a los autores del magnicidio.
En 336 empezó, pues, a reinar el hijo de
Filipo, Alejandro, conocido en la historia con el apelativo de Magno. Tenía
entonces veinte años. Había heredado de su madre un matiz de crueldad, templado
por la educación recibida, pero que salió a flote en algunos momentos de su
historia.
Con todo el impulso juvenil, Alejandro vengó
la muerte de su padre, tras lo cual volvió a reunir la misma Asamblea de
Corinto (335) que ratificó las decisiones de la anterior nombrando a Alejandro
generalísimo de las fuerzas helénicas contra los persas.
El sucesor era demasiado joven y tuvo que
hacer frente a un grupo de cortesanos que no eran partidarios del nuevo rey.
Actuó sin condescendencia, eliminando a los especialmente peligrosos como
Atalo, tío de la esposa macedonia de Filipo, o su primo Amintas. El papel
desempeñado en estos momentos por su madre será crucial ya que otorgará la
necesaria fortaleza al joven rey. El ascenso de Alejandro al trono contó con el
inestimable apoyo de los militares que colaboraron con Filipo en sus victoriosas
campañas.
Una vez sofocados los problemas de la
sucesión, Alejandro se dispondrá a fortalecer la frontera norte, donde unos
bárbaros procedentes de Centroeuropa amenazaban la integridad territorial del
reino macedonio. A pesar del mayor número de las tropas enemigas, Alejandro
acabó con ellos de manera fácil, poniendo de manifiesto su valentía y su
capacidad estratégica.
Los griegos habían apreciado en la muerte
de Filipo su oportunidad para deshacerse del yugo macedonio. Tebas se erigió
como cabeza de la rebelión, aprovechando que el heredero al trono macedonio era
un joven e inexperto príncipe. Alejandro se dispuso a hacer frente a los
opositores, poniendo en marcha una campaña contra Tebas, arrasando la ciudad, y
Atenas.
Los defensores de Tebas fueron pasados
por las armas, sus habitantes vendidos como esclavos y la ciudad destruida,
salvo los templos y la casa de Píndaro, con lo que quiso dar a entender su
respeto hacia la gloriosa tradición cultural de los griegos.
A los veinte años Alejandro ostentaba los
cargos que fueron anteriormente de su padre: comandante supremo de la Liga
Helénica, comandante en jefe de la Liga de Corinto y presidente de la Liga
Tesalia. De esta manera se ponía de manifiesto que el joven rey era el dueño
absoluto de Grecia, continuando la política expansionista de su padre, de quien
heredó la inteligencia política y la energía.
Las tropas estaban dispuestas para la
lucha. Las temidas falanges macedonias, constituidas por aguerridos y fieros
combatientes en formación compacta, armados con lanzas de casi cinco metros, la
poderosa caballería y los contingentes de tropas auxiliares estaban preparados
para ponerse a disposición de su rey, que iría al frente de ellas, participando
en la batalla como un combatiente más.
El siguiente objetivo del rey macedonio
es la conquista de Asia, teniendo en los persas a un enemigo histórico. El
proyecto ya estaba en la mente de Filipo, quien había establecido posiciones en
los territorios de la Tracia y el norte del mar Egeo, excelentes puntos de
partida para futuras expediciones. Alejandro cogió el testigo y convenció a las
demás ciudades helénicas de los beneficios de la empresa asiática, dotando la
campaña de un significativo panhelenismo.
La conquista de los territorios del
Imperio Persa solventaría buena parte de los problemas de la población helena,
a la vez que se vengarían las afrentas sufridas a manos de los persas en el
siglo V a. C. En la primavera de 334 a. C. Alejandro salió de la ciudad de
Pella, capital de Macedonia, y durante once años se dedicará a conquistar todas
las regiones de Asia, una de las empresas más complicadas de la Historia
Antigua.
Antípatro queda como regente de
Macedonia, provocando una manifiesta tensión con Olimpia. El ejército de
Alejandro estaba constituido por unos 19.000 infantes y 4.000 jinetes, a los
que debemos sumar 7.000 arqueros y 900 unidades de tropas auxiliares, mandadas
por un selecto grupo de generales, formados en la escuela de Filipo, como
Antígono, Parmenion, Seleuco, Ptolomeo y Pérdicas.
El Imperio Persa contaba con un ejército
infinitamente superior; unos 50.000 mercenarios griegos y más de 30.000
soldados procedentes de las levas, junto a la famosa guardia personal del rey,
llamados los diez mil inmortales, y las tribus de las montañas.
Las provincias imperiales más alejadas
estaban controladas por puestos fortificados y los recursos imperiales eran
casi ilimitados, producto del ajustado engranaje de la maquinaria política y
administrativa persa. A pesar de las contundentes diferencias, Alejandro
obtendrá la victoria.
Las tropas helénicas llegaron a Asia
Menor con la confianza de contar con la ayuda de las ciudades griegas ocupadas
por los persas desde hacia bastante tiempo. Sin embargo, en estas ciudades se había
producido una significativa prosperidad económica que era amenazaba con la
llegada de las tropas de Alejandro. Esta es la razón por la que en ciudades
como Mileto o Halicarnaso el monarca helénico se encontró con una encarnecida
resistencia hasta su definitivo sometimiento.
Junto a las ruinas de Troya, quiso
Alejandro dar nueva prueba de su helenismo, ordenando que se hiciera un
sacrificio en honor a los héroes griegos y troyanos de la antigua ciudad que
había desaparecido hacía más de ocho siglos.
Era soberano de Persia, Darío III
Codomano (336-330), que había empezado a reinar el mismo año que Alejandro, el
cual, enterado de la llegada de los griegos, envió el habitual ejército
heterogéneo que reunía siempre el rey persa, falto de cohesión e inferior en
armamento al de Alejandro.
La primera victoria sobre los persas tuvo
lugar en la batalla de Gránico, en el mes de junio de 334. Alejandro obtenía
además una importante victoria moral y el apoyo de algunas ciudades griegas de
Asia.
En las orillas del río Gránico
(actualmente Sincan Cavi), al norte de Asia Menor, se dio pues el primer
combate del “desquite” griego, que terminó en rotunda victoria de los europeos.
Alejandro llevó a cabo actos de formidable valor personal, habiendo de estar
vigilado constantemente por su guardia, temerosa de su conducta exaltada. Como
tribuno de la victoria, Alejandro envió al Partenón trescientas armaduras de
enemigos con una inscripción que decía: “Alejandro y los helenos, menos los
lacedemonios”, es decir, los espartanos que se habían negado a coadyuvar en la
empresa.
La campaña no había hecho nada más que
empezar. En abril d el año 333
Alejandro llega a la ciudad de Gordion donde existía una curiosa leyenda. Quien
desatara el nudo del yugo del carro de Midas se convertiría en el dueño de
Asia. Sacando su espada, Alejandro cortó el nudo. Esta anécdota, quizá falsa,
será aprovechada como propaganda de las futuras conquistas a realizar. Desde
allí se encaminará hacia el sur llegando a la ciudad cilicia de Tarso donde Alejandro
cae enfermo, tras tomar un baño frío cuando estaba agobiado por el calor. La
siguiente campaña se inició tras el paso de las Puertas Cilicias que
franqueaban el acceso hacia la costa fenicia y Mesopotamia.
Darío III, entre tanto, preparaba en Babilonia un ejército
poderoso para oponerse al invasor.
En octubre del 333 antes de Cristo,
después de forzar las puertas Cilicias, que habían quedado incomprensiblemente
desguarnecidas, entró en Siria donde le esperaba el ejército de Darío III,
mandado personalmente por el Rey de Reyes, en la llanura de Isso, junto al
golfo del mismo nombre.
En noviembre del año 333 tuvo lugar la
famosa batalla de Issos. Las tropas persas eran dirigidas personalmente por el
rey Darío III Codomano pero un error táctico y la valentía de los helenos
dieron la victoria definitiva a Alejandro.
Darío huyó mientras su familia era
capturada. Su madre, Sisigambis, su esposa, Estatira, sus hijas Estatira y
Dripetis y un varón llamado Oco caían en manos del rey macedonio, siendo
tratadas con especial dedicación, concediéndoles las atenciones propias de su
realeza y sus atributos.
Un mosaico de la “Casa del Fauno” de
Pompeya ha trasmitido un episodio de esta batalla; realizado un siglo después
de la misma, parece ser copia de un cuadro del pintor Filoxeno de Eretria,
contemporáneo de Alejandro.
En el mosaico, algo deteriorado, se puede
reconocer, sin embargo, a Alejandro en el centro del combate y montado a
caballo cargando sobre Darío III, que aparece subido en un carro de guerra. La
fuerza de expresión de los rostros de los caudillos indica con claridad cuánto
se jugaban ambos en el encuentro.
En Damasco se hizo con el tesoro real
persa, aportando una necesaria inyección económica a los escasos fondos con que
contaba Alejandro. Darío intentó llegar a un pacto con Alejandro lo que
colocaba a ambos mandatarios en una cierta situación de paridad.
Siguiendo una política de acercamiento
con los pueblos vencidos, Alejandro mantiene una estrecha relación, aunque no
se habla de matrimonio, con la noble persa Barsine, viuda de Memnón e hija de
Artabazo.
Plutarco nos la presenta como una
bellísima mujer, distinguida y educada en la cultura griega. De esta relación
nació un hijo llamado Heracles del que no tenemos noticias.
El monarca macedonio empezaba a ser considerado como una
seria amenaza para los persas. Sin embargo, Alejandro decidió dirigir sus pasos
hacia Fenicia y Palestina.
En Tiro y Gaza encontró una contundente
resistencia. La primera ciudad sufrió un asedio de seis meses mientras que la
segunda resistía durante dos meses. Alejandro resultó herido en un hombro y sus
tropas tuvieron numerosas bajas lo que se reflejó en el inmisericorde trato que
recibieron los derrotados.
Los habitantes de las ciudades que
sobrevivieron a la masacre fueron vendidos como esclavos. Desde Palestina pone
rumbo a Egipto, campaña en la que apenas hubo resistencia por parte de las
guarniciones persas.
Alejandro fue recibido en Egipto como un
auténtico héroe ya que les liberaba de la sumisión persa, especialmente en el
plano religioso. El macedonio sacó partido de estas diferencias ya que adoró a
los dioses egipcios y reconstruyó algunos templos que se encontraban en
delicada situación. Con estos gestos acabó por ganarse la voluntad del pueblo
egipcio, especialmente del clero.
Se hizo cargo del gobierno del país,
nombrándose faraón y dividiendo el territorio en tres zonas dirigidas por
funcionarios egipcios, aunque la fuerza militar que supervisaba la seguridad
era macedonia. En el delta, Alejandro fundaba la famosa ciudad de Alejandría,
la primera que llevaría su nombre.
Una vez dueño de Egipto, el rey macedonio
decidió emprender la acción más impactante de su aventura asiática: tomar el
corazón del Imperio Persa. Se dirigió hacia el curso alto del Eufrates, donde
fundó Niceforio, y llegó hasta el Tigris sin apenas encontrar resistencia.
Darío ofreció 10.000 talentos de oro por
el rescate de su familia así como el control de todos los territorios al oeste
del Eufrates. Alejandro rechazó esta oferta lo que provocó tensiones con
algunos generales. El rey persa pasó a la ofensiva y organizó un potente
ejército con el objetivo de rechazar a tan peligroso y altanero enemigo.
Reclutó un amplio número de tropas en la zona oriental de su Imperio y se fue
al encuentro de los macedonios.
En el mes de octubre del año 331 tuvo
lugar la definitiva batalla de Gaugamela. Alejandro atacó el centro de las
tropas persas lo que rompió sus líneas, provocando la huida de Darío y una
desbandada generalizada.
La nobleza persa veía como su rey era
vencido por segunda vez consecutiva y decidió prescindir de él. Darío fue
asesinado y Alejandro se prestó a un paseo triunfal por el maltrecho imperio.
En Babilonia fue recibido como un
libertador y colmado de honores. Desde allí se dirigió a Susa y Persépolis, las
capitales imperiales. Persépolis fue incendiada en un gesto difícil de entender
y que fue duramente criticado por Parmenión, uno de sus más importantes
generales.
La captura del tesoro real permitió la
contratación de nuevos mercenarios, dirigiéndose hacia un nuevo objetivo: la
ciudad de Ecbatana. Allí licenció las tropas griegas de la Liga de Corinto
aunque la expedición conquistadora continuaba. Las satrapías superiores de
Bactriana y Sogdiana serán los siguientes objetivos ya que hacía allí se habían
dirigido los asesinos de Darío.
Esta parte de la campaña militar de Alejandro será la más
complicada debido al rigor del clima, los ataques de las tribus montañesas en
forma de guerrilla y lo desconocido del terreno.
La dureza del avance provocó una sensación de descontento
entre las tropas macedonias, aumentando el ambiente contrario al rey, reflejado
en las crecientes conjuras contra Alejandro que se empiezan a desarrollar. Otro
de los motivos de la distancia abierta entre el rey y sus tropas será la
política de alianzas con la nobleza irania establecida por Alejandro.
Dentro de esta política encontramos la boda con una
princesa irania llamada Roxana, hija de Oxiartes, con quien tendrá un hijo
póstumo llamado también Alejandro.
Plutarco nos cuenta que Alejandro se casó profundamente
enamorado aunque no debemos dejar de lado la cuestión diplomática del enlace.
Con este matrimonio reforzaba la orientalización de su política, lo que aumentó
la desconfianza de un amplio sector de militares macedonios.
Los territorios más septentrionales del Imperio Persa eran
ocupados en el 328, alcanzando la frontera del río Jaxartes. Desde allí
Alejandro decidió descender hasta la India. Para ello reforzó con tropas persas
su contingente militar, cada vez más cansado y mermado de sus originales
efectivos. Se alió con algunos reyes indios para facilitar la conquista del
territorio aunque no consiguió reducir la dureza de la campaña debido la
pertinaz resistencia de los indígenas.
Uno de los encuentros más duros tuvo lugar con el rey
Poro, una especie de gigante con el que Alejandro se enfrentó en el 326, a
orillas del río Hidaspes. La victoria cayó del lado del macedonio y Alejandro
pensó en continuar con su expedición conquistadora dirigiéndose hacia el
Ganges, una vez superado el Indo y llegado al río Hífasis. Pero las tropas
estaban cansadas tras más de ocho años de aventura por lo que el regreso se
convertía en la mejor medicina para todos, excepto para Alejandro.
Siguiendo el curso del Hífasis llegaron hasta la ciudad de
Patala, luchando duramente con los indígenas y sufriendo la rebelión de los
reyezuelos anteriormente sometidos. Desde Patala se organizó el regreso,
dividiéndose el ejército en tres cuerpos dirigidos por Crátero, Nearco —quien
costearía con una flota el territorio hasta el Golfo Pérsico— y Alejandro.
En los diferentes territorios conquistados se realizarán
continuas fundaciones de ciudades, llamadas Alejandría, que servirían para un
estricto control de la zona donde se asentaban. Arriano hace referencia a
continuos escarceos amorosos de Alejandro en estos años, posiblemente motivados
por la ausencia de heredero. Quizá sea ésta la causa de la boda con otra
Barsine en el año 324, dentro de las multitudinarias bodas de Susa donde 80 de
los militares más destacados casaron con princesas persas.
Barsine era la hija mayor de Darío III y fue asesinada por
Roxana antes del nacimiento de Alejandro IV. Según Aristobulo, en esta
multitudinaria ceremonia también se casó con Parisátide, la hija de Oco.
Los últimos años de Alejandro están caracterizados por las
continuas purgas realizadas entre sus estrechos colaboradores como se pone de
manifiesto en el proceso y ejecución de Filotas.
Filotas era hijo de Parmenión, dos de los más insignes
militares del ejército macedonio. Se convirtió en un estrecho colaborador del
rey, despachando en su tienda dos veces al día. Pero la relación entre ambos se
fue distanciando y Filotas no informó a su señor de una conjura que tuvo lugar en
la ciudad egipcia de Frada. Esta actitud provocó su detención y posterior
proceso acusado de traición.
Condenado a muerte, fue ejecutado junto a otros personajes
acusados de participar y ocultar el complot. El propio Parmenión también será
asesinado. Algunos especialistas intentan explicar estas crueles respuestas de
Alejandro basándose en la peculiar situación de su Macedonia natal, donde el
poder nobiliario provocaba continuos enfrentamientos con la monarquía que
debían ser sofocados de manera ejemplar. Las revueltas de tropas, víctimas del
agotamiento y de la continuada ausencia de sus alejados hogares, también serán
características de estos momentos finales.
Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 324
Alejandro anunció una de sus medidas más controvertidas: el obligatorio regreso
a las ciudades griegas de los exiliados. De esta manera conseguía un amplio
número de incondicionales dispuestos a defender la política del rey ante los
posibles conatos de rebeldía que se produjeran en las polis. Sin embargo, el
decreto era una auténtica bomba ya que amenazaba la estabilidad política y
económica de toda la Hélade.
Alejandro era visto por todas las ciudades griegas como un
auténtico tirano, el peor cáncer para Grecia, consiguiendo un amplio número de
enemigos que no llegaron a actuar por la temprana muerte del rey. Aquí debemos
encontrar las bases para el desarrollo de una auténtica leyenda negra en torno
a la figura de Alejandro, presentado desde ese momento como una persona
excesivamente aficionada a la bebida, de promiscua ambigüedad sexual, cruel y
megalómana.
A punto de cumplir los 33 años, el 30 de junio de 323 a.
C., fallecía Alejandro en Babilonia. Arriano apunta a un posible envenenamiento
promovido por su anterior maestro, Aristóteles. Engels consideró que murió de
malaria mientras que Schachermeyr plantea la leucemia como la causa de la
muerte.
Tras de sí Alejandro dejaba una serie de proyectos de
expansión, siendo el más importante el control de la península Arábiga,
fundamental para el comercio de especias. El inmenso territorio conquistado
será dividido a su muerte entre sus generales, abriéndose el periodo conocido
como Mundo Helenístico.
Gran documental de la prestigiosa publicación sobre uno de los personajes mas destacados de la historia.
EL IMPERIO DE ALEJANDRO Y LA CULTURA HELÉNICA
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Macedonia
y el fin de la independencia griega
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Las
conquistas de Alejandro. Un imperio y muchos pueblos
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griegos ante la civilización de la India
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La
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Gran documental de la prestigiosa publicación sobre uno de los personajes mas destacados de la historia.
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