Juan
Carlos I de Borbón; Roma, 1938.
Figura
fundamental, junto con el presidente Adolfo Suárez, de la llamada
transición española, el rey Juan Carlos I renunció a los poderes
que había recibido del dictador Francisco Franco para impulsar el
proceso que llevó pacíficamente de la dictadura a la democracia y
que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978, por la
cual España se convertía en un estado democrático moderno y el rey
pasaba a desempeñar funciones meramente representativas.
La
transición convirtió a Juan Carlos I en el personaje público más
valorado del país: partidos políticos y personajes de ideología
republicana acataron la monarquía constitucional gracias a la acción
del titular de la Corona, hasta el punto de acuñarse la recurrente
frase de "Yo no soy monárquico, sino juancarlista". Su
intervención en favor de la legalidad democrática en la intentona
golpista del 23 de febrero de 1981 acabó de apuntalar un prestigio
que mantuvo durante casi todo su reinado.
Hijo
de don Juan de Borbón y Battenberg y nieto, por tanto, del rey
Alfonso XIII, Juan Carlos nació en Roma, ciudad en la que se había
exiliado su abuelo Alfonso XIII, depuesto al instaurarse la Segunda
República española (abril de 1931). En 1938, el año en que nació
Juan Carlos, la Guerra Civil española estaba en su punto álgido,
con notoria ventaja militar a favor del bando rebelde, encabezado por
el general Francisco Franco, y los monárquicos españoles confiaban
en la restauración dinástica una vez concluyera el conflicto. Pero
al terminar la guerra (abril de 1939), Franco se mantuvo en el poder,
iniciando un régimen dictatorial que perduraría hasta su muerte
(noviembre de 1975) y que mantuvo a la familia real apartada del
trono y del país.
En
1941 falleció Alfonso XIII. La renuncia de sus hijos Alfonso y Jaime
a los derechos dinásticos de la casa de Borbón había convertido a
su hijo menor, don
Juan de Borbón y Battenberg,
en el heredero del trono.
En
1948 tuvo lugar una primera entrevista entre el general Francisco
Franco y don Juan de Borbón. El hijo de Alfonso XIII y padre de Juan
Carlos pretendía conservar los derechos dinásticos de su familia,
mientras que Franco buscaba legitimar la continuidad de su régimen,
engarzándolo con la legalidad anterior a la República. Tras varias
entrevistas celebradas en años posteriores (1954, 1960), se acordó
que el príncipe Juan Carlos recibiría formación académica y
militar en España, bajo la tutela del régimen, y que sucedería a
Franco en la Jefatura del Estado.
Tras
vivir con su familia en Italia, Suiza y Portugal, Juan Carlos pasó a
España, donde recibió una formación amplia, que incluyó como
componente fundamental el paso por las academias militares. En 1962
se casó en Atenas con la princesa Sofía
de Grecia,
perteneciente a la casa real de Grecia, con la que tendría tres
hijos: las infantas Elena y Cristina y el que luego sería príncipe
de Asturias, Felipe.
Las
negociaciones de Francisco Franco con don Juan de Borbón, y la
importante renuncia personal que hizo el padre al dejar en manos del
dictador la educación de su hijo, dieron el fruto apetecido al
designar Franco a Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado
(1969). A partir de ese momento, Juan Carlos empezó a participar en
las tareas de gobierno.
Desde
1971 las funciones del príncipe se completaron con la previsión de
que sustituyera temporalmente a Franco en situaciones de ausencia o
enfermedad. Tal situación se produjo en dos ocasiones (julio de 1974
y noviembre de 1975), en las que Juan Carlos asumió interinamente la
Jefatura del Estado por enfermedad de Franco.
Durante
su segundo interinato viajó a la colonia española de Sahara
Occidental, amenazada por la Marcha Verde que había organizado el
Rey de Marruecos, Hassan II; su intervención resultó decisiva para
evitar la guerra con el reino alauita, al que más tarde fue
transferida la soberanía sobre el territorio saharaui.
La
muerte de Francisco
Franco en
1975 conllevó, según las previsiones legales, la coronación de
Juan Carlos como rey, restableciéndose así en España la monarquía
de la Casa de Borbón. El nuevo rey sorprendió al mundo impulsando
entonces una transición pacífica de la dictadura a la democracia
desde la legalidad vigente. Tan pronto como pudo se deshizo del
último presidente del gobierno nombrado por Franco (Carlos
Arias Navarro)
y nombró en su lugar a un joven más abierto y liberal: Adolfo
Suárez (1976).
Con
el apoyo continuo del rey, Adolfo
Suárez llevó
adelante la reforma política (1977) y reunió unas Cortes
constituyentes democráticas, de las que salió consensuada la
Constitución que el pueblo español aprobó en referéndum en 1978.
En tal proceso, Juan Carlos I renunció a la mayor parte de los
poderes que había heredado de la dictadura, quedando convertido en
un monarca parlamentario con poderes meramente simbólicos y
representativos, similares a los que poseen los demás reyes de
Europa occidental. Con ello adquirió un gran prestigio internacional
y una popularidad generalizada entre los españoles, pilares que
aseguraron la continuidad de la monarquía que encarnaba.
Su
última intervención pública decisiva para consolidar el régimen
democrático tuvo lugar en 1981, cuando un intento de golpe de Estado
protagonizado por Tejero y Miláns del Bosch le obligó a salir
públicamente en defensa de la legalidad, desautorizando a los
golpistas y utilizando su ascendiente sobre los militares para
llamarles a la disciplina; con ello contribuyó a desbaratar el golpe
y acabó de ganarse el respeto general dentro y fuera de España.
Juan
Carlos I desempeñó fielmente las tareas que le atribuye la
Constitución, interviniendo mediante consultas con los líderes
parlamentarios en la designación del candidato a presidente del
gobierno después de cada consulta electoral. Su función de
representación del Estado le llevaría a viajar incesantemente por
el extranjero, en apoyo de la política exterior decidida por sus
gobiernos; cabe destacar en este aspecto su liderazgo simbólico
sobre la Comunidad Iberoamericana de naciones, así como el apoyo a
la integración española en las organizaciones occidentales (OTAN y
Unión Europea), que se produjeron durante su reinado.
También
viajó frecuentemente para visitar las distintas comunidades
autónomas que componen el Estado español: en ese aspecto, la
actitud relativamente abierta que demostró hacia la pluralidad
cultural y lingüística, la descentralización política y
administrativa y la idiosincrasia de las diferentes regiones facilitó
el mantenimiento del frágil equilibrio entre unidad y diversidad que
diseñó la Constitución de 1978. Sin que por ello faltasen
esporádicamente voces críticas, puede afirmarse que Juan Carlos I
mantuvo intacto su prestigio y el de la institución durante la mayor
parte de su reinado.
Los
últimos años, sin embargo, fueron difíciles. Los problemas
matrimoniales de la Infanta Elena (divorciada en 2009 de su marido,
Jaime de Marichalar) turbaron la paz de la Familia Real, si bien no
dejaba de tratarse de un asunto privado. Pero en 2011 estalló el
llamado caso
Nóos,
un escándalo de corrupción protagonizado por el yerno del rey,
Iñaki
Urdangarín:
al parecer, el marido de la Infanta Cristina había aprovechado
durante años su vinculación con la monarquía para desviar fondos
públicos hacia el Instituto Nóos, una fundación teóricamente sin
ánimo de lucro que él mismo presidía. Aunque Urdangarín eximió a
su esposa de toda responsabilidad, la imagen de la Casa Real quedó
empañada, y la lentitud del proceso judicial (durante el cual se
llegó a imputar a la misma Infanta
Cristina,
que hubo de comparecer ante el juez) no contribuía precisamente a
olvidar el asunto.
No
menos funesta para el crédito de la monarquía fue la noticia que
saltó a los teletipos en abril de 2012: en un contexto de fuerte
crisis económica en el que Juan Carlos I se había sumado a las
voces que pedían sacrificios a la población, se supo, a raíz de un
accidente en que se fracturó la cadera, que el rey se hallaba
cazando elefantes en Botsuana. Juan Carlos I hubo de pedir disculpas
públicamente nada más salir del hospital. La operación a que debió
someterse el rey para reducir la fractura de pelvis sufrida en el
safari se sumó a otras intervenciones quirúrgicas de distinta
etiología (hernia discal, tumor pulmonar benigno, rotura del tendón
de Aquiles...) que le habían sido practicadas a partir del año
2010. La suma de dolencias hizo que la semblanza del monarca
apareciera muy deteriorada respecto de otras épocas, con una cojera
evidente y, en ocasiones, serias dificultades para hablar.
A
raíz de estos percances, tanto los de popularidad como los de salud,
se intensificaron los rumores que apuntaban a una posible abdicación;
se decía que el príncipe Felipe, casado con la periodista Letizia
Ortiz, ofrecía una imagen más moderna de la institución
monárquica, y que por tanto sería bien recibido por la ciudadanía.
El rey se negó a abdicar en los momentos de peor estado de salud,
tal vez para no dar la impresión de que se rendía ante la
adversidad, pero finalmente, el 2 de junio de 2014, anunció su
decisión de transferir la Corona al príncipe Felipe de Borbón
(destinado a reinar como Felipe
VI de España),
esgrimiendo como motivos su avanzada edad y la necesidad de un relevo
generacional para hacer frente a los retos del futuro.